Erzsébet Báthory, la condesa sangrienta

En el artículo anterior hablamos de Vlad Draculea “el Empalador”, un sádico y despiadado voivoda de Valaquia que fue una de las principales inspiraciones para el personaje del Conde Drácula, del escritor Bram Stoker.

No obstante, hay otra influencia de gran importancia a la hora de definir la naturaleza de Drácula: la condesa húngara Erzsébet Báthory, archiconocida por sus macabros crímenes. La aristócrata fue acusada en su tiempo del asesinato de numerosas jóvenes doncellas como remedio para combartir la vejez, lo que le valió el sobrenombre de “Condesa Sangrienta”. Conozcamos su historia.

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Erzsébet Báthory a los 25 años, copia del único retrato que encargó

La historia de la condesa

Erzsébet Báthory de Ecsed nació en 1560 en Nyírbator, Hungría, en el seno de una de las familias más antiguas y poderosas de Transilvania. Como miembro de una prominente familia, Erzsébet recibió una educación esmerada, muy impresionante para una mujer de su tiempo. Además de leer y escribir sabía latín, alemán y griego. Su cultura sobrepasaban a la mayoría de los hombres de su tiempo, ya que según un testimonio “la mayoría de los nobles húngaros no sabían ni deletrear ni escribir […] hasta el Príncipe de Transilvania era prácticamente analfabeto.»

A los diez años fue prometida en matrimonio a su primo, el conde Ferenc Nadásdy, que en ese momento contaba con dieciséis años. La pareja se casaría en 1575, cuando Erzsébet tenía catorce años. La ceremonia se celebró con gran lujo, y acudieron más de 4500 invitados. Como el linaje de Erzsébet era superior al de su marido, ésta se negó a adoptar el apellido de su esposo, permaneciendo Báthory.

Tres años más tarde su marido fue nombrado comandante en jefe de las tropas húngaras, liderándolas en la guerra contra los otomanos. Su marido permaneció largas temporadas luchando lejos de casa, obteniendo el sobrenombre de “Caballero Negro de Hungría”, por su fiereza a la hora de combatir.

En ausencia de su marido, el control y la defensa de las posesiones de su familia recayeron sobre Erzsébet, amenazadas por los ataques y saqueos otomanos al encontrarse en la ruta hacia Viena. Se sabe que hubo varios casos en los que intervino en nombre de las mujeres indigentes, entre ellos una mujer cuyo marido fue capturado por los turcos y una mujer cuya hija fue violada y embarazada. La ausencia prolongada de su marido explica que su primera hija, Anna, naciese tan tarde, en 1585. A Anna le seguirían Orsolya, Katalin, András y Pál, el único varón.

Su marido moriría en 1604 a la edad de 48 años. La enfermedad que le llevó a la muerte es desconocida, pero empezó a afectarle en 1601, comenzando con un dolor en las piernas que lo dejó totalmente discapacitado. Antes de morir, Ferenc Nádasdy confió sus herederos y su viuda a György Thurzó, el conde palatino de Hungría.

El mito de la condesa sangrienta

Es en esta época, tras la enfermedad de su marido, cuando comenzaron a oírse rumores sobre los crímenes cometidos en el castillo de Cachtice, residencia de la condesa. Parece ser que Erzsébet, que ya pasaba de los cuarenta años de edad, se obsesionó con la idea de envejecer, por lo que trató de encontrar una forma de mantenerse siempre joven.

Según cuenta la leyenda, la condesa estaba dándose un baño mientras una de sus sirvientas la peinaba, y ésta en un descuido dio un tirón de pelo a Erzsébet. Furiosa, la condesa dio un fuerte golpe a la sirvienta que le reventó la nariz, algo bastante común ya que entonces en Europa del Este era normal maltratar a la servidumbre para mantener la disciplina. De hecho el que solo fuese un bofetón fue bastante afortunado para la sirvienta si tenemos en cuenta que el castigo normal habría sido sacarla al patio y propinarle cien bastonazos. Por desgracia para la joven sirvienta un poco de sangre cayó a la piel de Erzsébet, y a la condesa le pareció que allí donde la sangre había tocado desaparecían las arrugas y la piel recobraba el esplendor de la juventud. En ese momento dio orden de degollar a la sirvienta y, tras llenar un barreño con su sangre, la condesa procedió a bañarse con ella y, presumiblemente, a bebérsela para recobrar la juventud. Tras consultar con brujas y alquimistas, la condesa llegó a la conclusión de que la sangre de jóvenes vírgenes tenía el poder de mantener y prolongar su juventud.

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Fotograma de la película «The countess», que narra la historia de Erzsébet.      Julie Delpy (2009)

A partir de ese momento los agentes de la condesa comenzaron a atraer jóvenes de entre 9 y 16 años al castillo de Cachtice para que trabajaran como sirvientas, pero en realidad el verdadero motivo era el de satisfacer la sangrienta demanda de la condesa Báthory. También hubo numerosos secuestros. Entre 1604 y 1610 tuvo lugar esta oleada de crímenes que al parecer costó la vida a más de seiscientas jóvenes. En un intento de mantener las apariencias convenció a un pastor protestante local para dar cristiana sepultura a las víctimas. El pastor sospechó del elevado número de muertes por “causas desconocidas y misteriosas”, por lo que manifestó sus dudas. La condesa amenazó al pastor para que no hablase y empezó a enterrar los cuerpos en secreto, pero pronto se difundieron rumores que acusaban a la condesa de ser una bruja y de practicar magia roja (aquella relacionada con la sangre). Estos rumores llegaron hasta el rey de Hungría Matías II, e incluso el pastor, István Magyari, acudió a la corte en Viena para acusar a la condesa. Sin embargo, estas acusaciones fueron desoídas, pues las víctimas eran simples sirvientas.

Hacia el final se cometieron numerosos errores a la hora de ocultar los crímenes de la condesa. Muchos cuerpos fueron enterrados en lugares peligrosamente insensatos, como campos cercanos, silos de grano, el río que corría bajo el castillo, el jardín de verduras de la cocina…

El juicio

En 1609, ante la falta en su zona de sirvientas jóvenes que su ansia de sangre había provocado, la condesa cometió el error definitivo, que a la postre sería su perdición: utilizó su influencia para atraer a niñas y adolescentes de las familias nobiliarias para educarlas y que le hicieran compañía. Cuando estas jóvenes aristócratas también comenzaron a morir misteriosamente, el rey Matías II no pudo seguir desoyendo las acusaciones y encargó investigar los hechos al conde György Thurzó, el cual tenía una larga enemistad con Erzsébet.

Thurzó investigó durante 1610 y 1611 a más de 300 testigos. De acuerdo con estos testimonios los crímenes de la condesa incluyen fuertes palizas, quemaduras o mutilación de las manos y los genitales, morder y arrancar la carne de los rostros, brazos y otras partes del cuerpo, la congelación y dejar morir de hambre. Algunos testigos nombraron familiares muertas durante su estancia con la condesa, y dos funcionarios judiciales afirmaron haber visto a la condesa torturar y matar a jóvenes criadas.

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Retrato romántico de Erzsébet Báthory

Thurzó fue al castillo de la condesa el 30 de diciembre de 1610, y tanto Erzsébet como cuatro de sus sirvientes fueron arrestados: Dorotya Semtész, Ilona Jó, Katarína Benická, y el mayordomo János Újváry, conocido como Fickó. Los hombres de Thurzó manifestaron haber visto a una criada inmovilizada en un cepo, en el patio del castillo, en estado agónico por una paliza que le había roto los huesos de la cadera. También encontraron a una chica desangrada en el salón, y otra que aún estaba viva aunque le habían agujereado el cuerpo. En la mazmorra encontraron encerradas a una docena que todavía respiraban, algunas de las cuales habían sido perforadas y cortadas en varias ocasiones a lo largo de las últimas semanas. De debajo del castillo exhumaron los cuerpos de 50 muchachas más. Y el diario de Erzsébet contaba día por día sus víctimas, con todo lujo de detalles, hasta sumar un total de 612 jóvenes torturadas y asesinadas a lo largo de seis años. No obstante, este diario no se conserva, por lo que su veracidad es dudosa. Por todas partes había toneladas de ceniza y serrín, usados para secar la sangre que se vertía tan pródigamente en aquel lugar. Debido a esto, todo el castillo estaba cubierto de manchas oscuras y despedía un tenue olor a putrefacción.

La condesa Báthory se negó a ir al juicio aludiendo a sus derechos nobiliarios, que impedían que pudiese ser juzgada, por lo que se la sometió a arresto domiciliario. No obstante sus sirvientes fueron obligados a comparecer. El juicio comenzó el 2 de enero de 1611, donde docenas de testigos y supervivientes, incluso sus sirvientes menos uno, testificaron en contra de Erzsébet. También se presentaron como prueba algunos de los cuerpos de las víctimas. Incluso se dijo que en ausencia de su marido, la condesa Báthory solía practicar sexo con sirvientes, tanto masculinos como femeninos, y que cuando lo hacía con mujeres tenía por costumbre morderlas hasta que sangrasen. Esto ha provocado que muchas figuras vampíricas femeninas, inspiradas en la condesa, tengan un marcado carácter erótico lésbico. Tal es el caso de la famosa Carmilla, de Sheridan Le Fanu.

La cantidad de víctimas de la condesa es desconocida. Fickó y Semtész reportaron 37 y 36 víctimas respectivamente, mientras que las cifras de otros testigos varían entre 50 y 650. Aunque el jurado fijó la cantidad en 80 víctimas, las 650 víctimas son las que han pasado a la leyenda.

Como la suerte de las plebeyas era indiferente, el castigo fue por el asesinato de las jóvenes de la aristocracia. Tres de los acusados fueron condenados a muerte. El mayordomo Fickó fue decapitado y su cuerpo quemado, mientras que a Jó y Semtész se les arrancaron los dedos con tenazas y se les quemó vivas por brujería. Benická fue la única que salvó la vida, pues el testimonio indicó que había sido dominada y amenazada por las otras mujeres. Fue condenada a cien latigazos y prisión perpetua.

Sin embargo, aún quedaba por decidir la suerte de la condesa. Ésta, como miembro de la alta nobleza, no podía ser condenada.  Thurzó discutió largamente con el hijo de Erzsébet, Pál, y dos de sus yernos, sobre la suerte de la condesa, y decidieron que un juicio y una ejecución serían un gran escándalo para la familia Báthory, que gozaban de gran influencia y eran los que gobernaban Transilvania. Además, con su muerte las riquezas de la familia pasarían a la corona, que era lo que Matías II ambicionaba. Por ello decidieron que la condesa sería recluida en un convento. No obstante muchos nobles clamaban venganza por las muertes de sus hijas, de modo que el rey Matías II urgió a Thurzó a llevar a Erzsébet a juicio y condenarla a muerte. Sin embargo, Thurzó logró convencer al rey de que condenar a muerte a una de las aristócratas más importantes y poderosas del país perjudicaría a la nobleza, por lo que se decidió que su castigo sería permanecer recluida de por vida en su castillo.

La condesa fue emparedada en una habitación sin ventanas, con una sola rendija que permitía la ventilación y el paso de comida. Erzsébet estuvo encerrada así durante cuatro años, hasta que el 21 de agosto de 1614 la condesa se quejó a su guardaespaldas de que tenía las manos frías. Éste le respondió que no pasaba nada, que fuese a acostarse. Al día siguiente fue encontrada muerta en su cama.

Fue el fin de la mujer más sádica de la historia, que sirvió de modelo a muchas figuras vampíricas femeninas de la actualidad.

La condesa debió ser enterrada en la iglesia de Cachtice, pero los vecinos se opusieron a que una asesina semejante fuese enterrada en tierra sagrada. De modo que el cuerpo de Erzsébet Báthory se trasladó a Ecsed, su lugar de nacimiento, y fue enterrada en el panteón familiar de la familia Báthory. En la actualidad el paradero de su cuerpo es desconocido.

 

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